viernes, 9 de noviembre de 2012

Tordo Amarillo




Como flores inmortales, han llegado hasta nosotros sobre el océano del tiempo, y su rareza o hermosura traen a nuestra imaginación el ensueño y el cuadro de un mundo desconocido, donde el hombre no existía; y cuando ellas perecen, algo de la alegría se pierde y el sol cede algo de su brillo. Así se refería a las aves Guillermo Enrique Hudson, el consagrado escritor y primer ornitólogo argentino, que en la chacra familiar Los Veinticinco Ombúes, hoy en el partido de Florencio Varela, llegó a presenciar los destellos dorados de las bandadas de tordos amarillos. En la actualidad, esa imagen es imposible. El tordo amarillo (o chopí sayjú para los guaraníes), pese a ser uno de los símbolos alados del Mercosur, se encuentra extinguido en la provincia de Buenos Aires (en los tiempos de Hudson llegaba hasta la localidad de Pigüé) y se ha convertido en una rareza en el resto de las pampas. Un cambio acelerado en el uso de la tierra (actividades agroganaderas intensas, plantaciones con monocultivos, urbanizaciones no planificadas y el uso indebido de plaguicidas) está poniendo en jaque no sólo a esta ave, sino también a una gran cantidad de especies de la flora y la fauna nativas.
Pero son las aves, sensibles indicadoras de la salud de los ambientes, las que mejor reflejan lo que le pasa a la naturaleza en estas latitudes.
Por lo pronto, unas 24 especies de aves pampeanas argentinas figuran en alguna de las categorías de amenaza a nivel mundial, según estadísticas de la asociación Aves Argentinas. "La mayoría de las poblaciones de aves típicas de los campos –pastizales del norte de Corrientes y sur de Misiones– y las pampas –pastizales templados del Sur– declinaron de manera notable o están muy fragmentadas", destaca el doctor Rosendo Fraga, luego de varios años de estudios en la zona. Fraga, investigador de esa entidad ambiental que cumple 88 años, estudió especies como el tordo amarillo, el yetapá de collar y la monjita dominica. "Por la masiva conversión de los pastizales naturales en tierras de cultivo durante todo el siglo XX, el drenaje de humedales, la intensificación de la agricultura y el avance de la silvicultura quizás hayan disminuido su distribución geográfica entre el 30 y el 50%", señala. Ante esta situación, la suerte del tordo amarillo tiene pronóstico reservado.
En el caso de este colorido pájaro, los números de sus poblaciones confirman la tendencia: 7000 ejemplares en todo el mundo y apenas unos 1000 en la argentina, donde están arrinconados en un puñado de sitios en el sur de entre ríos, el nordeste de corrientes y el sur de misiones. Ninguno de esos lugares está debidamente protegido y no hay parques nacionales que lo contengan en sus listados de especies. Algo similar ocurre con las poblaciones, aisladas entre sí, del sur de Paraguay, el sudeste de Brasil y Uruguay. Por esto, birdlife international lo considera vulnerable a nivel internacional, pero en el libro rojo de aves de la argentina se estima que se halla "en peligro", una categoría aún más preocupante.
El esfuerzo internacional por su salvaguarda se concentra, en principio, en detectar zonas donde está presente y generar allí acciones de conservación. Adrián Di Giacomo coordina el Programa Áreas de Importancia para la conservación de las aves, de Aves Argentinas, que promueve la identificación y la protección de sitios valiosos. "La cuenca del río Aguapey, en el nordeste de Corrientes, y los campos inmediatos a Gualeguaychú, en el sur de Entre Ríos, son los sitios con poblaciones más importantes para conservar el tordo amarillo en la Argentina", indica Di Giacomo. Ambos lugares fueron declarados áreas internacionales de importancia para la conservación de aves. "Si en el corto plazo no se protegen estas áreas, estaremos exponiendo a una extinción segura al tordo amarillo y al menos a otras cuatro o cinco especies", advierte el especialista.
"El gran desafío es planificar el uso del suelo de las pampas considerando todos los atributos del paisaje", apunta Santiago Krapovickas, director de conservación de Aves Argentinas y coordinador de un proyecto de defensa de los pastizales del Cono Sur. Es imprescindible que prácticas tales como el calendario del uso del fuego, la rotación del ganado y la actividad forestal en general se adapten en función de la conservación de la biodiversidad.
"Una alternativa –dice Krapovickas– sería desarrollar incentivos de mercado para los productores agropecuarios que conserven los pastizales, como la denominación de origen o la certificación de «ecológico» para productos de la región (carnes, lácteos, cueros)."
Sin duda, producir conservando es el mejor negocio para el país y su biodiversidad, en la que brilla el tordo amarillo.